Torres (Ifapa) “Sueño en ver crecer la superficie de leguminosas cultivadas en nuestro país y que ocupen de nuevo el lugar que nunca debieron perder”

Ana María Torres es investigadora principal en el Área de Genómica y Biotecnología del Ifapa, donde se centra en la mejora genética de cultivos leguminosos, sobre todo habas. Ha sido incluida entre las 400 mejores científicas residentes en España, según el ranking hecho por grupo DIH por sus investigaciones para potenciar el cultivo de leguminosas y un proyecto en el que se usan extractos de leguminosas en el tratamiento de cáncer de colon. En Agrodiario hemos charlado con esta experta cientifica para que nos hable de sus proyectos y de la importancia de las leguminosas en nuestra sociedad en nuestra entrevista 'En nombre propio'...

En primer lugar, y para que nuestros lectores lo entiendan, ¿qué son la Mejora Genética Vegetal y la Biotecnología?


La Mejora Genética Vegetal es una disciplina de la ciencia que estudia y desarrolla métodos para obtener variedades de plantas mejor adaptadas a nuestro clima y suelo, resistentes a plagas y enfermedades y con mayor rendimiento y calidad. Los elementos clave para un mejorador son la variación genética y la selección para elegir el individuo deseado (de ahí la necesidad de preservar toda la variabilidad de una especie en los bancos de germoplasma mundiales).

La agricultura, junto a una incipiente mejora, se inicia hace unos 10.000 años cuando el hombre cambia su modo de vida de cazador-recolector a sedentario y agricultor. De modo inconsciente, el primitivo agricultor iría seleccionando las semillas que no tenían latencia (recogiendo las que nacían primero), junto a las que permanecían en el tallo y no se perdían por dehiscencia al final de su ciclo. Al sembrarlas repetidas veces conseguían plantas que germinaban a la vez y que permitían obtener cierta cosecha. Este proceso se denomina domesticación y ha permitido que hoy en día disfrutemos de una gran variedad de cultivos que ya no existen en la naturaleza y que nada tiene que ver con sus primitivos ancestros. A este periodo le siguió una selección masal en la que el hombre elije de modo consciente ciertas características que aparecen por mutación natural, y que aumentan la diversidad. Al ser procesos paralelos en distintas poblaciones y ambientes aparecen muchas variedades locales. Este tipo de mejora existió hasta el siglo XVIII y pervive aun en países en vías de desarrollo como agricultura de subsistencia. Sin embargo, si en el cultivo no existía la forma buscada dicha selección era imposible. El problema se resolvió cuando se demostró que las plantas tenían sexo y se cruzaron dos individuos que poseían los caracteres a combinar. Permite formar una pequeña población en la que se combinan los caracteres que nos interesan hasta seleccionar y fijar el tipo deseado. La mejora genética con cruzamiento aporta grandes avances a la mejora, así se crean las primeras casas comerciales de semillas que posteriormente serán grandes multinacionales y se fomenta la agricultura de altos rendimientos.

Selección, cruzamiento y mutagénesis natural son las técnicas básicas de la mejora clásica pero no permiten que se transfieran todos los genes que queremos hasta la irrupción de la Biotecnología (o Ingeniería Genética). Sus técnicas principales son: la secuenciación de ADN, el ADN recombinante y la Reacción en Cadena de la Polimerasa (o PCR). Con la PCR se desarrollan mapas genéticos y marcadores moleculares cercanos a genes de interés para seleccionar individuos mejores y desarrollar nuevas variedades de un modo más eficiente. Con las técnicas de manipulación del ADN se introduce información genética de un organismo a otro para obtener individuos que den lugar a productos de interés o mejoren su resistencia o su producción. Así se ha conseguido insertar el gen humano de la insulina en el cromosoma de una bacteria, y es ésta la que la produce industrialmente, al igual que otros fármacos como la hormona humana de crecimiento. En el campo de la agricultura, ejemplos clásicos son el maíz resistente al taladro (maíz Bt) que surge al transferirle una proteína procedente de una bacteria que mata a las larvas del insecto o el arroz dorado capaz de sintetizar provitamina A, tan necesaria en pueblos que subsisten gracias al arroz, etc.

En mi caso, la herramienta que más he empleado es la PCR (desgraciadamente en boca de todos por la actual pandemia del COVID-19). Hemos desarrollado mapas genéticos e identificado marcadores moleculares cercanos a genes de interés. Ello nos permite seleccionar plantas mejores, de modo más rápido y eficiente. Así, mientras que con la selección masal deben cultivarse miles de plantas hasta identificar las que combinan los caracteres que nos interesan, si disponemos de marcadores moleculares la selección puede hacerse en la propia semilla o en estado de plántula, ahorrando tiempo, esfuerzo y dinero.

¿Qué beneficios aportan estas disciplinas a la agricultura en países como España? ¿Y en aquellos menos desarrollados?


La mejora genética clásica ha contribuido en forma decisiva al incremento de la producción agrícola en los países desarrollados como España y son una herramienta imprescindible en los países en vías de desarrollo donde los fertilizantes, fitosanitarios o el riego son demasiado costosos o inasequibles. En este caso, el empleo de variedades mejoradas, aptas para las condiciones ambientales de sus países y con resistencia a las plagas o enfermedades contribuye enormemente a incrementar sus cosechas. Otro problema en ciernes es el cambio climático, que probablemente repercutirá en la productividad agrícola de todas las regiones. Los programas de mejora necesitarán utilizar todos los instrumentos y herramientas biotecnológicas disponibles para adaptarse a estos cambios. Centros públicos nacionales de investigación e internacionales (como el CIMMIT, IRRI, ICARDA, etc.), al amparo de la FAO realizan una gran tarea a este respecto.

La ingeniería genética tiene el potencial de ayudar a aumentar la producción y en tierras marginales de países que hoy no pueden producir suficientes alimentos para alimentar a su gente. Pero debemos ser conscientes de que los productos genéticamente modificados generalmente se desarrollan y utilizan para intereses comerciales de grandes multinacionales, y con algunas excepciones, los pequeños agricultores hasta ahora no se han beneficiado de la tecnología.

¿Cree que la sociedad se encuentra preparada y concienciada de los beneficios llevados a cabo en la mejora de plantas a través de las nuevas tecnologías?

Creo que no, existe una gran desconfianza debida principalmente a la falta de información. Quizás, parte de la culpa es de los propios científicos que deberíamos esforzarnos más en transmitir y divulgar dichos beneficios. Como ya he mencionado, la industria actual ya utiliza con éxito todas las técnicas descritas, incluyendo las de la ingeniería genética en muchas facetas de nuestra vida: medicina, farmacia, alimentación, procesos industriales, etc.; y la sociedad no las percibe como amenazas, por ello no deberíamos temer el utilizarlas en agricultura.

Los cultivos transgénicos llevan cultivándose muchos años, habiendo superado infinidad de controles, sin demostrar efectos negativos y sí muchas ventajas. Existen ya cultivos transgénicos resistentes a hongos, bacterias, virus e insectos que toleran herbicidas o que crecen mejor en condiciones ambientales restrictivas como sequía o en suelos con alto contenido de sales o metales. Aparte de mejorar su producción y las ganancias para los agricultores dichos cultivos aportan enormes efectos medioambientales al permitir que los agricultores limiten el uso de insecticidas o herbicidas que afectan a otros insectos beneficiosos o que contaminan los suelos reduciendo, además, el uso de tierras al permitir producir más alimentos en menor superficie.

Como investigadora del Ifapa, en los últimos años ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo de mapas genéticos en leguminosas y otros cultivos. ¿Cuáles son los principales avances durante este tiempo en el desarrollo de variedades resistentes a enfermedades y plagas"background-color: initial;">o dichas investigaciones"/images/showid/3203186.jpg" alt="Leguminosas">

¿Qué papel juegan las leguminosas en la agricultura sostenible, protección del medio ambiente, seguridad alimentaria y nutrición"techo" en los precios muy difícil de sortear. Por tanto debemos aumentar la productividad de nuestras variedades, fomentar la producción y el empleo de semilla certificada que garantice una buena producción y  no dejar de transmitir a los agricultores el efecto positivo que estos cultivos suponen en la rotación.

Los resultados de los proyectos nacionales y europeos realizados por organismos públicos como el IFAPA auguran la posibilidad de realizar una buena selección de materiales portadores de genes de interés, y de conseguir nuevas variedades más competitivas, pero todo este trabajo no tendrá ningún sentido si no está firmemente secundado por la administración, las empresas y en definitiva por el agricultor.           

Recientemente ha sido incluida en el ranking elaborado por el grupo para la Difusión del Índice como una de las 300 mejores científicas de España. ¿Qué supone para una experta como usted este reconocimiento a nivel nacional?


Obviamente es muy gratificante, se siente una gran satisfacción por el reconocimiento de la labor realizada, pero la tarea científica no es resultado de un trabajo individual sino del equipo donde se desarrolla. Me inicié en el mundo de las leguminosas en 1985 con el profesor José Ignacio Cubero, catedrático de Genética en la antigua ETSIAM de Córdoba, mi maestro, donde encontré un caldo de cultivo y un terreno siempre abonado donde aprender y estimular mi interés. El profesor Cubero junto a la Dra. Mª Teresa Moreno en el IFAPA, supieron crear un grupo competitivo y multidisciplinar en el que realizar con entusiasmo y empeño nuestro trabajo diario. Dicha labor de equipo implica que gran parte de este reconocimiento se debe también a los antiguos colaboradores y a los actuales compañeros con los que aprendo y renuevo conocimientos día a día. Todo reconocimiento supone a su vez, una gran motivación y lo he recibido como un impulso para seguir esforzándome en avanzar en nuestros trabajos de mejora molecular y en poner en manos de empresas y agricultores nuevas variedades de leguminosas mejores y más competitivas.


Por último, como investigadora en el Área de Genómica y Biotecnología, ¿qué reto le falta por cumplir en el futuro?


Retos…¡muchísimos!, los retos son el motor de la ciencia y el mayor estímulo de nuestro trabajo diario. Estamos implicados en un proyecto internacional para conseguir la secuencia del genoma de las habas que, por cierto, es cuatro veces mayor que la humana. Sueño con disponer pronto de dicha secuencia y junto a los resultados de los proyectos en marcha actuales, poder desarrollar herramientas que nos permitan aunar el máximo de caracteres deseados en un individuo y acelerar así los programas de mejora de esta especie. Sería estupendo poder realizar una mejora “a la carta” desarrollando todo tipo de variedades demandadas por el sector: más productivas, resistentes a distintas enfermedades o plagas y adaptadas a distintas condiciones ambientales. Sueño, en definitiva, en ver crecer día a día la superficie de leguminosas cultivadas en nuestro país y que estos cultivos ocupen de nuevo el lugar que nunca debieron perder.   

EN NOMBRE PROPIO


Libro: El amor en los tiempos del cólera

Película: Memorias de África, El club de los poetas muertos o la Misión.

Color: rojo

Una afición: viajar

Un deseo: Que se fomente y valore más la ciencia en España para evitar la fuga de cerebros

Un día de la semana: viernes

Una estación del año: primavera

Una comida: Cualquier buen potaje de legumbres

Un destino: Allí donde esté mi familia

Un refrán: Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio